jueves, 15 de julio de 2010

Descripcion General del Acoso Laboral y Sexual en el Trabajo

El acoso laboral: Una aproximación desde la Psicología Social

Dr. Andrés Rodríguez Fernández
Psicólogo
Universidad de Granada.
Colaborador Asociado a PERSIST LTDA.



¿Qué es el acoso grupal o psicológico?

El acoso grupal, acoso moral o acoso psicológico en el trabajo es un proceso psicosocial complejo y, como tal, constituido por múltiples niveles y aristas que difícilmente pueden reducirse a una relación diádica acosador-acosado, ni tan siquiera a una relación de grupo. Por otra parte, considero que para comprender el fenómeno del acoso psicológico hemos de analizarlo desde los cuatro componentes que lo constituyen: contexto social, contexto de la organización, grupo e individuo. Estos cuatro componentes son partes inseparables de una misma lógica y, por tanto, fundados en una misma racionalidad. Por ello, desde esos cuatro componentes habremos de abordar su definición, porque es desde ellos desde donde se crea, estimula, ampara y legitima el acoso psicológico en sus interacciones permanentes.

Sistema social y acoso psicológico

Hemos de comenzar diciendo que el acoso grupal en el trabajo es un síntoma más de un sistema social enfermo, como la siniestralidad laboral o, en términos sociales en general, el maltrato infantil, el maltrato de mayores o el maltrato de pareja.

En tal sentido, la responsabilidad ética y moral de que se produzcan estas situaciones de acoso es, en primer lugar, de la sociedad que no ha sabido desde las múltiples instancias socializadoras (familia, sistema educativo, sistema laboral) instalar a los individuos en la lógica del respeto al otro, de la cooperación, de la solidaridad, de la ayuda mutua; antes al contrario, los valores en los que se sustenta nuestra sociedad son en la competitividad, el dinero el prestigio, el poder, el reconocimiento fácil; es decir, en valores instrumentales que sólo son válidos si nos sirven de plataformas fugaces para lograr nuestros fines a costa de los otros.

El fin justifica los medios. Por tanto, si para seguir una carrera ascendente debo utilizar al amigo, incluso hasta perderlo, lo abandonaré. Si para obtener un efímero éxito personal he de perder parte de mi dignidad personal, la pierdo. Si para seguir medrando y aspirando a una promoción anunciada he de hurtar información, engañar o mentir a un compañero o compañera, lo haré sin que ello me cause el más mínimo rubor. Incluso, si para ello he de coaligarme con la persona o personas que ejercen el poder de un modo injusto e inmoral, me uno a ellos y me transformo en otro elemento más de presión al servicio de quien ejerce el poder y, por tanto, puede auparme a la silla del éxito. Todo se justifica por el fin.

Un sistema social en el que se acepta que se pueda ridiculizar en público a una persona, que se puedan hacer sarcasmos gratuitos de ella, vejaciones, persecuciones..., es, sin duda, un sistema enfermo, y si donde se llevan a cabo este tipo de acciones es en el trabajo, entonces el sistema de trabajo, las organizaciones, están enfermas, pues no hemos de olvidar que es el contexto el que crea y le da el significado y la legitimación al acoso.

Por otra parte, la lógica en la que nos instalamos los grupos y las personas no nos deja salir de esta tela de araña, porque nuestra propia identidad como personas y como profesionales se va desarrollando desde esa racionalidad y desde esa lógica, que es la lógica de la exclusión, de la competitividad y de la insolidaridad. Y ello mantiene, fortalece y reproduce la enfermedad del sistema y, por consiguiente, facilita la aparición de fenómenos tan perversos e insidiosos como el acoso psicológico.

Así pues, el acoso grupal hemos de considerarlo, analizarlo y comprenderlo en la modalidad de las interacciones humanas instaladas en un sistema social reforzador y legitimador de ese tipo de relación. Por tanto, aunque los efectos los observemos en las personas (acosador-victima-grupo), difícilmente podríamos llevar a cabo una prevención eficaz si reducimos nuestro análisis a meras relaciones de conflicto entre acosador- acosado, puesto que sus efectos y su visibilidad van a ser tan variadas y heterogéneas como sean las personas afectadas y las circunstancias del contexto en el que se desarrollen esas acciones.

Sistema empresarial y acoso psicológico

Por otra parte, el malestar que está generando en el ser humano la filosofía y la cultura del trabajo (competitividad, ansiedad, estrés, obsesión, angustia) y que tanto afecta a la salud de las personas es algo que las organizaciones han de eliminar, porque se darán cuenta de que de seguir por esos derroteros la cultura del logro, la cultura de la conquista, la cultura de la excelencia a la que aspiran se transformará en la cultura de la angustia y de la ansiedad. Y estas adherencias negativas emanan de las organizaciones y han de ser éstas las que habrán de hacer un esfuerzo por reducirlas e intentar eliminarlas.

Por tanto, la existencia del acoso psicológico en el trabajo implica que el propio sistema laboral y social en el que se inserta es el generador, estimulador y legitimador de tales situaciones, pues para que se dé el acoso psicológico es necesario que se prolongue en el tiempo de forma reiterada y sistemática.
Lógicamente, un proceso reiterado, sistemático y prolongado en el tiempo es visible y si no se ataja es porque no hay voluntad de hacerlo, sino, por el contrario, lo que se pretende es legitimarlo, bien de un modo activo o pasivo, por parte de la línea jerárquica de la organización, lo cual nos lleva a plantearnos el papel que juega ésta como escenario permisivo donde se gesta y desarrolla este fenómeno.

El acoso psicológico en el trabajo se genera, asimismo, y muy especialmente, por un mal ejercicio y uso del poder, que hemos de entenderlo como el potencial de influencia que las personas ejercen o pueden ejercer en la organización, sea cual sea su posición, aunque, como es lógico, debemos esperar que el poder se incremente en la medida que se ascienda de nivel, pero no necesariamente.

Las personas con poder en las organizaciones desarrollan actividades discrecionales, lo que a veces puede dar lugar a que se creen situaciones altamente ambiguas o, incluso, arbitrarias con la finalidad de adquirir, desarrollar e incrementar su poder. Asimismo, la conducta política en las organizaciones se orienta hacia la protección o promoción de los intereses propios de los actores, por lo que cuando hablamos de poder en las este contexto estamos hablando del ejercicio del control y éste es tan importante que hemos de considerarlo como el problema esencial de la organización y de la dirección, porque dependiendo cómo se ejerza se van a potenciar unos tipos de comportamientos u otros.

Una vez que hemos esbozado algunas de las características que constituyen el sistema social (socialización general) y el contexto de la organización (socialización específica), contextos en los que, con los que y desde los que se construye el acoso moral en el trabajo, creo que estaremos en mejor disposición de comprender el acoso psicológico como un proceso psicosocial complejo y no sólo como un mero síntoma.

Individuo, grupo y acoso psicológico

Intentemos presentar ahora una nueva aproximación al fenómeno que tratamos de analizar del modo que habitualmente lo visualizamos: Es todo comportamiento abusivo por parte de uno o de varios individuos dirigido a una persona de forma reiterada, sistemática y prolongada en el tiempo con la finalidad de dañar su imagen e identidad personal y/o profesional y conducirle a su autoexclusión.

Se trata, insistimos, de ir minando la identidad personal y profesional del individuo a lo largo de un proceso largo en el que se cuestiona su competencia, su rol, su estatus, hasta llevarle a un deterioro progresivo de su autoestima y a que acabe desintegrándose y autoexcluyéndose del grupo, sintiéndose como un fracasado, dejándole en una situación de indefensión y dándole una difícil salida, el abandono voluntario de la empresa o su plegamiento a las pautas marcadas por el acosador y el grupo.

Este proceso es muy duro y difícil de afrontar por el individuo objeto de acoso, ya que esos abusos, aunque reiterados, sistemáticos y prolongados en el tiempo se cometen de forma solapada, insidiosa, invisible, a partir de comportamientos ambiguos, no verbales, en ausencia de testigos o con la complicidad pasiva de éstos que, poco a poco, se van acumulando y produciendo el fin deseado. Estas actuaciones hostiles pueden ser directas o sutiles y, en ambos casos, consideradas de forma aislada, no suponen una agresión desde el punto de vista de un observador externo, pero si se dan a modo de martilleo constante, entonces produce las consecuencias negativas a las que ya hemos aludido. Sin duda, es una de las experiencias más ignominiosas que puede sufrir una persona en situaciones sociales normales.

En efecto, una de las más llamativas características del síndrome, en todas sus formas, es la dificultad de la víctima para entender lo que está pasando y organizar conceptualmente su propia defensa. Este factor cognitivo es uno de los mayores obstáculos para la identificación, tratamiento y prevención de este problema. De hecho, la mayoría de estudios sobre acoso grupal o psicológico lo obvian completamente, y ponen todo el énfasis en el propio sujeto más que en la corrección de los condicionantes patógenos del entorno.

Desde el punto de vista psicosocial, dos elementos más son necesarios para completar las circunstancias en las que se desarrolla el síndrome. En primer término, la presencia de una persona que asuma el papel de perseguidor o acosador, investida de la suficiente autoridad o carisma como para movilizar las dinámicas grupales de acoso. El segundo aspecto se relaciona con la colaboración y permisividad del resto del personal de la organización. La persecución psicológica se desarrolla en medio de un sorprendente silencio e inhibición de los observadores que, aunque conscientes del abuso e injusticia de la situación, se abstienen de intervenir, sea por complicidad implícita con el plan de eliminación del acosado, sea para evitar convertirse ellos mismos en objeto de represalia.

Por tanto hemos de distinguirlo de dos situaciones próximas: el rechazo social, en el que el individuo puede ser excluido por sus iguales de contactos e interacciones, pero no perseguido, y la desatención social, en la que el individuo es, simplemente, ignorado.

Por lo general, el acoso se dirige contra una persona con la intención de destruirle a través de un proceso en el que se utilizan procedimientos perversos para desestructurarla sin causa justificable y clara, lo cual produce en esa persona un gran desasosiego. Es lógico pensar que este tipo de comportamientos sólo puede darse en un sistema, rígido e intolerante, arbitrario y perverso en el que el ejercicio del poder se utiliza del modo que le permite dicho sistema, aunque aparentemente se manifieste en términos legales, democráticos y preocupado por el bienestar de las personas.

Normalmente, la mayor proporción de casos conocidos de acoso se da en un sentido vertical descendente; también suele ser frecuente en sentido horizontal, entre compañeros, debido al creciente grado de competitividad existente en las empresas y mixto, entre superiores y compañeros, por las complejas relaciones de poder presentes en el contexto laboral. Así mismo, el acoso en dirección ascendente, si bien es menos habitual, también hemos de considerarlo. En todos los casos, con independencia de quién sea el acosador o el acosado, para que el proceso de acoso se desarrolle ha de haber una complicidad activa o pasiva por parte del grupo en el que se haya gestado y por parte de la organización en su conjunto.

El modo de generarse el fenómeno del acoso puede ser muy variado y responder a causas de muy diverso tipo, si bien todas ellas responden a unos denominadores comunes: no respetar al otro como persona, con los mismos derechos, y considerar que podemos someterla e instrumentalizarla en nuestro propio beneficio.

Las consecuencias del acoso psicológico en el trabajo afectan, en primer lugar, al acosado o a la víctima, porque es quien sufre más directamente ese calvario de
humillaciones y ataques a su dignidad de forma sistemática y reiterativa,
lo cual le lleva a cuestionarse su propia estima personal y profesional, así como a estados psicosomáticos graves que, de forma progresiva, pueden conducirle a estados crónicos depresivos e, incluso, al suicidio. Pero, en segundo lugar, también afecta al entorno familiar, que se verá profundamente alterado al no comprender nada de lo que ocurre pero sí constatar la progresiva transformación de ese miembro de la familia a quien difícilmente se le puede ayudar porque ni él mismo sabe comunicar de forma clara lo que le está sucediendo.

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