sábado, 2 de octubre de 2010

Evolución del concepto de acoso psicológico.

NOTA IMPORTANTE: Dos destacados psicólogos, contribuyen a este Blog con el siguiente articulo que hemos dividido, para mayor comodidad de los lectores, en diferentes entradas. Para respetar sus derechos de autoría y propiedad intelectual, disponemos sus referencias completas. Además el articulo, pronto a ser publicado como parte de un libro, ha sido, a su vez, editado por nosotros para respetar los derechos editoriales. Por último, las ilustraciones y el subrayado es responsabilidad de PERSIST LTDA. Esta es la parte II de dicha colaboración que recomendamos leer en todas sus partes.
Los autores mencionados son:

Dra. Victoria Zarco Martín, Psicóloga
Dr. Andrés Rodríguez Fernández. Psicólogo

Universidad de Granada

El estudio de la violencia ha sido uno de los temas a los que se ha prestado mayor atención en psicología social y en ciencias sociales en general, aunque se ha centrado, fundamentalmente, en la agresión o en la violencia de tipo físico. Sin embargo, ha sido en las tres últimas décadas cuando se ha producido un incremento notable de la investigación científica sobre la agresión de carácter psicológico, coincidiendo con el aumento de la relevancia social del tema en el mundo occidental. Este interés se desarrolló simultáneamente a una mayor concienciación social por el respeto a los derechos humanos, orientada fundamentalmente a la lucha por la igualdad de derechos de la mujer y a la reivindicación de un trato no discriminatorio hacia las minorías (Rodríguez-Carballeira et al., 2005).

La poca relevancia que históricamente ha tenido en la literatura científica el estudio de la agresión de tipo psicológico hace que asistamos todavía a una cierta confusión conceptual. En principio, parece existir acuerdo entre la mayoría de investigadores en que la agresión se produce, fundamentalmente, de tres formas distintas: física, sexual y psicológica. No obstante, mientras que la agresión física parece más fácilmente delimitable, la de tipo psicológico plantea algunos problemas, pues las conductas que parecen más obvias, como la amenaza o la humillación, abarcan otras más sutiles, como pueden ser la manipulación de la información o la desconsideración de las emociones de la otra persona que no siempre se recogen.

Además, si tenemos en cuenta que el objetivo final del abuso físico y el psicológico es conseguir la dominación y el control sobre la víctima y que la agresión física también causa daño psicológico, algunos autores consideran artificial la separación entre esas distintas formas de abuso, el físico y el psicológico.

Esta tendencia a la no distinción, junto con la dificultad de establecer una definición operativa del acoso psicológico, útil tanto a profesionales de la salud como a juristas, ayudan a entender por qué no se estudió hasta fechas recientes este fenómeno como una entidad propia y diferenciada del abuso físico. Otros motivos que justifican el retraso de su estudio pueden ser: la tolerancia social hacia cierto tipo de comportamientos relacionados con el acoso psicológico; la tendencia de los profesionales a considerarlo como una preocupación secundaria frente a la agresión física, asumiendo implícitamente que sus consecuencias son menos severas y más transitorias (Arias y Pape, 1999); el desarrollo de muchos de estos comportamientos abusivos en el ámbito íntimo, unido a la tendencia de agresores y víctimas a ocultarlo y, por último, la “invisibilidad” de cierto tipo de víctimas derivada de una posición social débil.

Es, quizás, esa dificultad para precisar los límites de la agresión psicológica uno de los aspectos que impide lograr una definición consensuada de la misma y, también, la que contribuye en mayor grado a la dispersión de términos para denominarla. Así, nos encontramos que diferentes autores han utilizado con un significado muy similar expresiones distintas como abuso psicológico, agresión psicológica, violencia psicológica, maltrato psicológico, abuso emocional, tortura mental, manipulación psicológica o acoso moral. En suma, todas estas expresiones que suelen utilizarse tienen en común que están relacionadas con formas de agresión no físicas y la diferencia conceptual entre ellas se refiere, básicamente, al alcance más reducido o, por el contrario, más comprensivo que muestran respecto a las estrategias psicológicas de la agresión.

Antes de introducirnos en la definición del acoso psicológico que se ejerce en el contexto de las organizaciones y con el fin de ir acotándolo, creemos conveniente delimitarlo con respecto a otros conceptos con los que suele solaparse y, a veces, confundirse, tales como el estrés o el conflicto.

En relación con el primero, no debe confundirse porque ninguna de las estrategias generadoras de estrés tienen por objetivo ni es su intención destruir al individuo, sino que son estrategias orientadas a lograr un mayor grado de competitividad, pero dirigidas por igual a todos los miembros de un grupo o de una organización.

Por consiguiente, aunque algunos de los efectos derivados de situaciones de estrés puedan ser similares a los que suceden en situaciones de acoso, ello no significa que el fenómeno que los origina sea el mismo. Pero, tal vez, uno de los puntos clave en la comprensión del acoso es establecer la diferencia con respecto al conflicto, ya que en el acoso no se da propiamente; es decir, no llega a producirse, porque una de las partes no tiene conciencia ni se percibe a sí misma como parte de esa situación conflictiva, sino ya muy avanzado el proceso de acoso.

Forma de citar este trabajo:
Zarco, V. y Rodriguez-Fernández, A. (2010) El acoso laboral: una relectura desde la psicología social. (en prensa) Madrid: McGraw-Hill.

1 comentario:

  1. Me interesa el tema del acoso laboral.
    Dentro del acoso me tiene muy preocupada el acoso involuntarios en la
    docencia: docente-alumnos.
    Esos llamados de atención ante algunas circunstancias de conductas de los
    alumnos, que le llamamos la atención y en muchos casos son tan reiterativas,
    que personalmente les llamo pica-sesos.
    Soy docente de nivel primario- directora y observo como antes determinados
    problemas y normalmente en el alumno más vulnerable socialmente, por
    abandono, adicciones es donde los docentes ponen más énfasis en marcarle sus
    indisciplinas y cuando se logran acuerdos con el alumno, el docente no puede
    evitar en volver insistir en el error del niño, hasta provocarle la ira e
    insulte. Así se llega a tomar una medida disciplinaria con el alumno por
    insultar al docente, y el docente no asume la responsabilidad que es él que
    provocó el suceso.
    Si fuera posible me interesa hablar de este tema porque hace a la actitud y
    aptitud de los docentes, que no se tiene en cuenta en la formación
    profesional. Hablamos mucho desde lo pedagógico pero no se forma en la
    cultura personal de la relaciones humanas como formadores sociales.

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